Cuando se cometen errores ajenos a la propia persona, uno se tropieza con los desconocidos tóxicos. Son aquellos individuos que, aprovchándose de su anonimato, se dedican a aparentar la nada, o los nadie que son, y cometen el error de ponerse motes que acaban de inventarse. Se les da muy bien aparentar, hasta tal punto, que dejan de ser otra cosa que menos que personas.
Se suelen presentar con "a mi me llaman el ..." y hasta aquí puedo leer. Por otra parte, estos desconocidos son personas dañinas, porque ignoran que pertenecen al lumpen más taimado, y dudo que conozcan el significado de esta palabra. Por otra parte, se rodean de personas que, seguramente, les están tomando el pelo, pues así demuestran su escasa inteligencia, interpretándose como gallitos, cuando no lo son.
Creen que, por inventarse un mote (muy de gárrulo, todo hay que decirlo) pueden intimidar a cualquier persona de bien; pero lo único que consiguen es el efecto contrario. A estos desconocidos tóxicos, los suelen perseguir otros individuos, de los que prefieren huir, porque demuestran toda su cobardía, y quedan como unos auténticos payasos de circo, pero sin gracia, claro, porque pierden un talento que no tienen, y que desmerecen.
Pues bien, yo tuve un encuentro con un desconocido tóxico. Con sólo saber mi nombre, mintió en el suyo, propio de su embusterismo, poco arbitrario, y muy descerebrado. Con sólo saber mi nombre, se creyó en el derecho de intimidarme. Suerte que no escuché su original mote. Pero deduje que su inteligencia era limitada, desde luego.
Y me alegro, porque este desconocido tóxico, no es de los peores, sino un alma simple, que algún día se romperá como cuando se lleva mucho un cántaro a la fuente. Las almas en pena aumentan de peso comparados con estas almas simples que involucionan en su recorrido (dudo que sean humanas) hacia el abismo de la nada.
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