Hay lecturas que se quedan grabadas más allá de la retina. Se quedan pegadas en el espíritu, porque el espíritu siente y comprende, o no comprende, pero trata de comprender. Son las lecturas fascinantes. Hay millones de obras que rompen los esquemas, y se graban en el espíritu y en la retina, y quedan para siempre, y el buen lector, se lo lleva a la tumba, quizás para vivir otra vida, o transmitirla a la siguiente.
Una de las obras más fascinantes de la literatura, y siendo tan rompedora como el Quijote o el Ulises es Orlando descubierto en el Club de Lectura. Una obra de miles de interpretaciones, irónica, paródica, en donde Virginia Woolf trata de mostrar como es la identidad de la mujer, visto por un hombre, o el cambio de Orlando en mujer, que al final se acepta, pero ha tenido que tragar mucha bilis, porque se trata de una crítica a la sociedad, al espejismo en que nos vemos, y que, como dijo Einstein: es más fácil descomponer un átomo que un prejuicio.
Así nos ha ido a la sociedad a lo largo de la Historia. Los prejuicios siempre presente, observando las cosas que nos separan, más que las que nos unen. Woolf lo presenta como un relato surrealista, pero el germen de la identidad, en que el hombre se vea como mujer, no cambiando su manera de pensar, hasta el final. Todo experimental. Porque la novela es experimental, pero es una novela universal, como gran escritor, que es Virginia Woolf.
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