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martes, 17 de diciembre de 2013

Atardeceres

Hubo una vez, alguna ocasión, en que un gnomo decidió observar todos los atardeceres. Como era un gnomo e inmortal, carecía de la capacidad de envejecer o caer en el tedio más absoluto. Cada atardecer, cuando caía el sol, se sentaba en la roca de una playa de arenas amarillas, y se quedaba ensimismado viendo como el astro rey, el dador de vida (que también puede quitarla, pero no a un gnomo), se ocultaba en el horizonte, y veía, también, como los colores naranjas daban paso al púrpura y al añil, de tal manera que, se quedaba prendado de los colores. El gnomo se quedaba hasta que la negrura de la noche lo invadía todo, y luego se retiraba. Por la noche, la vista de los gnomos es muy aguda, y no se pierden por el camino. Siempre llegaba a su casa, bajo la tierra, y por las mañanas se dedicaba a pasear, a mantener la naturaleza, en su justo orden, a todo lo que se dedica un gnomo, caray, que hacen muchas cosas, y no los vemos. Pero cuando llegaba el atardecer, se sentaba en la roca de la playa, y se dedicaba a ver atardecer, con el mismo juego cromático. Entonces, dos atardeceres después, fue testigo de cómo una nave marina humana, un barco, se hundía. Eso le amargó el atardecer, y como los elementales tienen prohibido intervenir en los acontecimientos humanos, dejó una nota en el correo más cercano, cuando nadie le veía. Bueno, vale, no le veía nadie, excepto los dioses y otros elementales, en la que escribió que pusieran vigilancia en la playa y emergencias y todo lo necesario para evitar catástrofes humanas y conservar los atardeceres. La misiva, en realidad, no iba dirigida a nadie. Se conservó en Correos, hasta que llegó a un político, que no comprendió lo "preservar los atardeceres"; pero el político se sorprendió cuando dedujo que, si era un bromista el anónimo remitente, sabía bastante de recursos. Por primera vez, el político se hizo cargo del asunto, y apenas hubo incidentes, aconsejado por el autor de la carta, que no había rubricado su firma. Y todo fue bien, porque el gnomo recuperó sus atardeceres (que no son suyos del todo, pues había personas que se acercaban a la playa, y admiraban los cambios cromáticos del cielo. Ya no había amargura y, sí, compañía.
Moraleja: Imposible ser un gnomo cuando se ha nacido humano.
 
 


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