Los últimos días que se consumen embriagando la capacidad de celebración. Quedan seis días para el fin del año. El año muere, y nos queda, por lo menos, la sensación de que siempre quedará el año siguiente, con más frutos alegres o desgraciados.
Los días no pasan en vano. Todos los días son, pues, dignos de celebración. Cada celebración es diferente. De hecho, un sacerdote dijo que las Navidades son fiestas paganas. En realidad, casi todas las celebraciones cristianas pertenecen al paganismo. No hay nada de original.
Pero regresemos a los días. Esos últimos días en los que, de alguna manera, no parecen que se vayan a acabar nunca. Y, sin embargo, el tiempo, los días, no transcurren de manera igual para unos y para otros. Para los mayores, el tiempo transcurre deprisa, para otros, son lentos.
Depende de la percepción de cada uno. Y los últimos días, cuando ya el año está a punto de terminar, quedan los recuerdos y las vivencias. Nuestras percepciones se quedan dormidas, o no se despiertan tanto como antes.
Llegará el momento en que, cuando esos últimos días sigan transcurriendo, no quedará nada de nosotros. Sólo el testigo de nuestros recuerdos en la memoria de los dioses, y todo el final, desde luego.
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