Con cada amigo escritor que he conocido, siempre me dan el mismo consejo: constancia y disciplina, y no tener prisa en terminar de escribir la novela. Esto me ha vuelto más paciente y más cauto. Hasta tal punto que, a la hora de escribir el siguiente capítulo, me lo estoy tomando con tranquilidad, y eso, aún siendo un borrador. Por ejemplo, que tengo que escribir sin ninguna presión.
Mi disciplina, en cambio, es bastante dudosa. Por una parte, porque no soy un escritor que se levanta a las 6.00 de la mañana, y escribe hasta las 18.00 de la tarde, muy del gusto de Stephen King, que hace paradas para desayunar, comer y cenar, y sigue y sigue.
Uno de los consejos para los inconstantes e indisciplinados consiste en no perder el hilo de lo que se lleva escrito. Por ejemplo, releer el último capítulo y seguir la escritura del siguiente en concepto de eslabón. Se ha escrito mucho, entre otras cosas, que la novela es más extensa que un relato que, en ocasiones, funciona de la misma manera. Es falso.
En una novela necesitas mapa y brújulas. En un relato, un mapa detallado para que, cuando se llegue a un hostal o una venta, el caballo pueda beber agua y recuperarse, o comprar otra montura de refresco. Respecto a la novela, el trabajo es lento porque hay que tener en cuenta una inmensa variedad de factores, como la trama, el argumento, el tema, los personajes y el estilo. Bueno, el estilo es diferente, cada uno tiene el suyo, y no estamos para hacer "comparanzas", en manchego, vamos. De hecho, el estilo no es el escritor.
Vuelvo a Stephen King, el Maestro del Terror: el escritor norteamericano modificó el estilo al escribir sus memorias. Incluso creo que las escribió de manera más natural, y menos forzada y artificial que en otras de sus obras. Reconozco que no soy un entusiasta lector de King. De hecho, tengo todas sus obras, pero nunca he tenido el valor de leerlo. En principio, porque hay novelas que me aburren. La prosa de la América Profunda no me engancha y, aunque no hay rednecks y cosas por el estilo, los argumentos no me parecen atractivos: un coche o dos, poseídos por espíritus diabólicos, un payaso asesino (admito que It me gustó, es una de sus, relativamente, mejores novelas, que se salva de la quema, naturalmente, pero no pasa del aprobado raspado), telekinésis, una tienda que controla a todo un pueblo, con un extraño tendero que resulta ser el mismo Diablo, seres sobrenaturales, extraterrestres con poderes mentales metamórficos, y una fauna interminable, con una lista demasiado larga, como para resumir la temática de este Maestro del Terror.
Norman Mailer dejó escrita en una entrevista que King escribía muy mal. Que su narrativa no valía nada, y que se trataba de terror de consumo, como la comida rápida. Luego, Mailer, después de las últimas novelas, que son tediosas, admitió que Stephen King, aprendió a escribir, y que escribía mejor. Para venir de Norman Mailer, las palabras son un piropo, que es tanto como afirmar que King no sabe escribir. Es un maestro en aburrir al lector.
Se me olvidaba el nuevo tratamiento que dio al mito del vampiro. Ahí acertó, porque leí parte del libro Salem´s Lot y tuve pesadillas de crío, y cuando vi la serie, una adaptación magistral. El resto, es Historia, pero King encontró su leyenda con esta novela.
Pero a Stephen King no se le puede tachar de inconstante. Sigue escribiendo, y por eso es tan prolífico. Pero la calidad, creo yo, antes que la cantidad. Es un consejo muy acertado.