En ocasiones, cuando estoy leyendo un libro, poco después de abandonar la lectura, tiendo a escribir alguna nota en la libreta. Cualquier nota: un recuerdo, un comentario que he oído, alguna anécdota. La libreta me acompaña, siempre, a cualquier parte.
Las notas nocturnas me ayudan a ser consciente con la escritura. No busco la claridad, pero procuro no ser oscuro. Escribo alguna anécdota por si me sirve en el futuro; pero son acontecimientos que les han sucedido a amigos o familiares. Procuro no "literaturalizar" las notas. Son pequeños resúmenes que me pueden servir en el futuro. Hay anécdotas impactantes; anécdotas que muestran que el ser humano es capaz de hazañas increíbles, adornadas, quizás, por quien las cuenta, de una manera casi quijotesca. Pero, ¿quién no ha adornado sus hazañas, por así decirlo, alguna vez?
A la hora de buscar y encontrar historias prefiero anotar cualquier cosa en la libreta. Es posible que, en el futuro, se pierdan, cuando yo ya no esté; pero es posible, también, que queden. Las notas nocturnas se deben a que, en muchas ocasiones, las notas sirven. Para repasarlas, saber que se tomó. Nunca pongo fechas, para tener más libertad a la hora de consultarlas (incluso, incluye que me pierda un poco, claro) porque cabe la posibilidad de que me sirvan, o sencillamente, para releerlas, y retomarlas, en algún momento, para una narración más larga, o un relato. Pero suelo consultarlas muy poco, excepto cuando son apuntes para la novela que estoy escribiendo.
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