El escritor, en ocasiones, es un héroe, quizás el más banal y molesto de todos los héroes. En mi caso, por lo menos, no lo soy (me refiero a que no soy un héroe y todo lo demás); pero ya he empezado el capítulo que, durante semanas, había sentido la violenta inercia de escribir. El temor, desde luego, no es infundado. Cuando se escribe un nuevo capítulo, cabe la posibilidad de que, en un principio, el capítulo no se deje escribir, después de haber planaedo la escaleta y la estructura.
Estoy construyendo un edificio, pero la arquitectura interna, la estructura, a la hora de escribir, es débil, y puede caerse en cualquier momento. Es tan delicado que, en muchas ocasiones, puede producirse un movimiento de placas tectónicas que acaba en desastre.
He aprendido, sin embargo, que la constancia es la clave; pero que, una paradita, de vez en cuando, ayuda. No hay que tener prisa a la hora de escribir, sobre todo, la novela. La novela no es, desde luego, un arte menor, si no que es un arte mayor, por el esfuerzo, el tiempo y todo aquello que implica escribir.
Pero, como yo, hay millones escribiendo, en estos momentos, su propia novela. Algunos son anónimos o pseudónimos, seres que están ahí, y que desconocemos de su existencia. Otros, ya son famosos, y, desde luego, los conocemos todos. Otros están empezando, y otros están buscando el Santo Grial, que es imposible encontrarlo, porque, a lo mejor, se encuentra en algún lugar, oculto, y al que es difícil llegar.
Por suerte, tengo esta semana para finalizar la escritura del capítulo: el protagonista recupera el conocimiento en el Hospital...
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