He estado escribiendo algunas líneas en el borrador de Sombras..., y he comprobado que no he perdido, en ningún momento, mi intención en el plan de escritura de la misma. En ocasiones me parece que estoy pintando un cuadro que dura lo suyo. Tan es así, que pienso, muchas más veces de las que creo, que mi borrador es un boceto, que, poco a poco, va tomando forma, pero no prácticamente solo.
Al avanzar unas líneas, sé que es terreno conquistado, pero la novela ya va teniendo sus cimientos. Sin embargo, me he visto en la tesitura de salvaguardar un clímax relajado, y demorarlo para páginas más adelantadas. De hecho, para no aburrir, es mejor, en la novela, en el capítulo que estoy escribiendo, y a punto de finalizar, no decirlo todo. Si se descubre todo, la magia desaparece, y el lector se pregunta, ¿qué más hay?
El tema, la composición de esta novela, no ha de adelantar demasiado los acontecimientos. Además, escribo, en ocasiones, con mapa, pero da la casualidad (porque en escritura hay casualidad, por mucho que digan que no la hay) que me he visto en el dilema de modificar la Hoja de Ruta literaria. Modificar, por ejemplo, ciertas acciones, porque estoy aprendiendo que hay cosas que funcionan, y otras que no convencen. Como escritor, me siento como un alquimista. No busco el Lapis Philosopharum, pero casi.
Cortázar siempre dijo que un escritor se la jugaba. Sea escribiendo un relato o una novela. Estoy seguro de que el autor de Rayuela en algún momento, debió de mezclar el azufre con el mercurio, y creó la pólvora. Escribir una novela, con la personalidad que tengo, algo anárquica, porque pueden transcurrir días para terminar un capítulo, que, en cierta ocasión, he debido mezclar mercurio con azufre, y creé la pólvora. Una pólvora de frágil composición. Un roce, y boom! Y eso no es todo. La pólvora abre caminos, pero también provoca escombros, ruinas, y el asunto se complica más, cuando hay que interrumpir los experimentos alquímicos, porque la mezcla puede ser peligrosa.
Sin embargo, de un hecho estoy seguro. No es alquimia de la palabra al azar. Sé que sigo un plan trazado, porque mi deseo es disfrutar escribiendo, y llegar a al final. Pero me quedan muchas páginas, desde luego. El viaje hace tiempo que ha empezado.
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