He pasado el mes escribiendo. Todos los meses han sido semejantes. Pero, además de que he vuelto a descubrir mi poética lírica, he logrado, desde luego, una cierta intensidad a la hora de escribir. También que este mes, por mucho que digan que es positivo, ha destapado más tramas de corrupción, con Rajoyman y sus Tropecientos Ladrones.
Es muy fácil decir que no se cometen faltas, pero la clase política piensa que sus ciudadanos son imbéciles, cuando ellos llevan a cabo hazañas insidiosas más graves. El dinero de todos nosotros, se lo reparten entre ellos, y el escándalo los salpica, pero no parece que les haga efecto, ni que en la piel le salgan pústulas. Será porque no tienen conciencia. Por eso todo les resbala.
En cuanto a escribir, de nuevo: he ocupado todo el mes sobre este tema. Es un tema inagotable, pero sobado en exceso. Los primeros brillos se han perdido, pero aún se puede acceder a la iluminación y lucidez más completa.
Esperemos que, el mes que viene, todo lo oscuro se aclare, que paguen aquellos que se lo llevan en caliente, y que, por lo menos, la confianza que entregamos nos sea devuelta, que va a ser que no, porque carecen de conciencia.
La conciencia para la clase política es semejante a tener un barrillo o un grano doloroso en la huevada, cuando lo eliminan se quedan tranquilos, de momento, pero el pus supura, y algo debe de hendir y doler, si es que tienen algo de la poca humanidad que les queda.
Nos vemos en Febrero.
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