Cuando parece que todo se iba a arreglar acontece lo improbable. Escribir tiene su momento, y leer. Precisamente, la lectura nocturna tiene sus pros y sus contras. Es noche. Invita a la lectura. En mi caso, un foco pequeño en la frente; pero semeja una lectura tortuosa como entre velas. Y luego, la dificultad: el foco no es tan bueno. La calidad de la luz es desaconsejable, y parece que uno esté leyendo con velas.
El asunto se complica cuando hace algo de frío. O cuando la claridad es aparente. Queda, por lo menos, el consuelo de comprender la lectura y sacar algo en limpio. La lectura es productiva, y se nota, y la satisfacción de alimentarse de la misma, poco a poco.
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