La primera hoja fue imposible de manchar. La tinta se quedaba en el bolígrafo, y él se sentía vacío. Paralizado porque tenía muchas ideas, pero estas se negaban a plasmarse. Tendría que buscar la inspiración de alguna manera. La tinta sería su sangre; pero la sangre se quedaba dentro, aún sin estar preparada para el holocausto de la creación literaria. Cuando abrió la primera hoja del cuaderno pensaba que tenía muchas cosas que contar. Le faltaban las palabras, y se equivocaba. El rumbo no lo había elegido él; el rumbo lo había seleccionado a él, con la intención de que ya no era dueño de sus actos, pero sí el policía que le prohibía trazar apenas alguna línea. Se preguntó si tenía algo que decir. Es posible que nada tuviera, o nunca lo había tenido en su poder. La primera página seguía en blanco. La tinta no se liberaba de su prisión de plástico, y las ideas no surgían. Decidió enviar un correo a un amigo suyo. La respuesta se demoró una hora. Sus palabras fueron: escribe lo primero que se te ocurra, aunque sea absurdo, o busca respuestas en tu pasado, escarba, investiga. Espero que esto te ayude. Y entonces, trazó su primera línea. Advirtió que fue como una liberación.
Eight days a week... I love you
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He perdido a algunas personas muy queridas para mí. John es uno. Se fue
hace muchos años un día como hoy. Le quería y todavía le quiero. Es algo
inevitable...
Hace 12 años
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