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martes, 3 de abril de 2012

La memoria de las piedras

Se acercó a las ruinas y tocó sus piedras, curioso, como si las propias ruinas del castillo le contaran viejas historias de Castilla. Aún se distinguían, entre los muros y torres mordidos por el tiempo, historias de grandeza, y de feudalismo, palabra que le sonaba muy mal, que, en tiempos pretéritos, seguía, parcialmente, viva. Buscaba su historia. De pequeño, se había perdido entre las ruinas, y hablaba a las piedras. Aquí, muchos nobles perdieron la vida, y muchos plebeyos, perdieron la suya, para llevar el diezmo de los impuestos, siempre que cada vez, su Señor, con cada nueva boda, pedía derecho de pernada. Entonces, la manifestación del terror era más violenta. Los muros del castillo temblaban, y más de uno puede decir que es de ascendencia noble, pero imposible de probar, a no ser por la genealogía. Caminó entre entre las piedras, y meditó su siguiente paso. Intentó subir a una de las torres, pero la entrada estaba obstruida, o no existía escalera alguna. Se preguntó por qué hacía esta visita, si poco menos había que ver. La vida en la ciudad seguía su curso, pero en las ruinas del castillo, el tiempo estaba parado, sin avance de continuidad. Entonces, recordó la memoria de las piedras y, cuando, siendo niño, jugaba a indios y vaqueros, teniendo como fuerte las viejas murallas de Castilla, por muy anacrónico que fuera, así pasaba el tiempo: recordando que ya lo había perdido, y que, su vida en la ciudad era una catástrofe tras otra...

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