El retrato le había salido perfecto. No le faltaba nada. Pero lo dibujó mientras su mente se encontraba lejos, en otras cosas. Incluso pensó que no se concentró demasiado. ¿Por qué había retratado a Lincoln? Eso era un enigma que no podía desentrañar. La madeja ya se liaba demasiado. Se lo enseñó a la familia, y decían bueno, no está mal, está bien, ¿por qué has retratado a Lincoln, y no a una persona familiar? Y él respondía: es tan familiar como todos vosotros. Hasta que un hermano saltó y dijo: pero ninguno de nostros hemos muerto por magnicidio. El magnicidio: asesinato de un rey o de una persona importante. No se pasó por la cabeza. Cuando uno dibuja no mira el pasado del retratado, o el pasado de un paisaje. El dibujante piensa en el momento, la luz, o la idea de la fisonomía del ambiente, pero nunca en la historia del modelo. Dibujó a Lincoln como si hubiera dibujado cualquier otro retrato. No le importaba. El retrato quedaría guardado en sus libretas. Ya tendría un centenar. Algunas completas, otras semillenas, la otra mitad casi vacías. Recordaba que, en una de ellas, retrató a Leonardo Da Vinci, no recibió ninguna crítica: o el retrato del genio florentino merecía la pena, o no lo merecía. Guardó la libreta, y nunca volvió al retrato. La libreta la llenó de más retratos o bocetos. A lápiz, la mayoría. Incluso utilizó una resina para evitar que el tiempo borrara los bocetos. Regresó al retrato de Lincoln: mirada firme y austera. Ése era Lincoln. El primer Presidente de los Estados Unidos que abogó por la Libertad. La libertad de los esclavos. Y lo había retratado él, un negro.
Eight days a week... I love you
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He perdido a algunas personas muy queridas para mí. John es uno. Se fue
hace muchos años un día como hoy. Le quería y todavía le quiero. Es algo
inevitable...
Hace 12 años
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