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miércoles, 11 de abril de 2012

Casi un Cyborg

Llevo una prótesis o clavo desde hace más de diez años por una serie de circunstancias especiales que no voy a desvelar. Uno de los hechos más curiosos son que me han llegado a llamar, por la misma prótesis, o Terminator o Dr House, y sé que ha sido en broma, y no se lo reprocho a nadie. Ciertamente, Terminator tiene más justificación que el Dr House. Y uno nada tiene que ver con el otro. No me molesta que se traten de motes. Algunos han tenido que llevar una vida bastante incómoda por motes aún más ofensivos que los míos. Pero es cierto: al llevar una prótesis da la sensación de que todo se vuelve mítico, y las personas tienden a relacionarlo con los mitos más cercanos. En los años 50, en Estados Unidos, un tipo con prótesis de cadera, es posible que lo tildaran de pirata o de Errol Flynn disminuido. Con la prótesis he heredado un dolor terrible. En verano me duele por el calor. En invierno, por el exceso de frío. Nunca se está al gusto de todo el mundo. Pero el dolor, al principio, me provocaba sufrimiento, y la sensación de no volver a caminar algún día. Por fin puedo decir que el sufrimiento se tradujo en voluntad, y ya camino más o menos. Hay día en que, en muchos casos, el dolor me provoca ira, porque mi prótesis duele, y lo noto. Pero, en otras ocasiones, me importa muy poco. Después de todo, llevar prótesis no es un delito.

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