-No lo mires de frente. Ponte gafas-le aconsejó su madre.
El Sol siempre le había fascinado. No sólo por su significado, sino, sobre todo, por la belleza que hacía la luz a la hora de reflejar las proporciones y las formas.
-Algún día te quedará ciego.
El nuevo aviso no le pilló desprevenido. Hasta ese momento, el Sol, no le molestaba. Pero le seducía y le fascinaba. Una fascinación enfermiza.
-¡Las gafas!
También recordó una leyenda. Un héroe quería hablar con el Sol, para seducir a su futura esposa; pero éste se quedó ciego, cuando quiso platicar frente a frente. Al final, lo perdió todo, y ganó la ceguera. Pero eso no significa que lo abandonara, sino que la unión se retrasó un poco.
Por su parte, él quería hablar con el sol, como el héroe de la leyenda. O acercarse con una nave hacia allí, como Ícaro. Pero Ícaro fue demasiado orgulloso. Al final, se puso las gafas. Carecía de la madera del héroe, pero su actitud era más prudente. Su madre se alegró. Pero no disminuyó su fascinación por el Astro Rey.
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