El rayo azul lo envió, inconsciente, a un hangar. El hangar pertenecía a un muelle de un planeta que era todo árido y desierto, con escasos embalses de agua. El sol de este sistema solar apretaba fuerte. David El, sin recuperar el conocimiento, sólo sintió una pequeña oleada de calor.
El rayo azul lo depositó en una suerte cama metálica, mullida de un cuero agradable y casi algodonoso.
-¿Ha llegado nuestro nuevo Campeón?
-Sí, Gran Itzaak.
Gran Itzaak vestía con una larga capa, muy emperifollada de colores, y una corona emplumada, y una mirada astuta y penetrante en sus ojos amarillos.
-¡Más te vale! Con el último que te compré perdí cuatrocientosmil pasaks. Fue una ruina.
-No me extraña, Gran Itzaak, era kryptoniano.
-Y éste, ¿también es kryptoniano? Si es así, te desollaré vivo.
El vendedor se agachó sumiso, y declaró, implorante:
-Es un mestizo, oh Gran Itzaak. Vale más que muchos Campeones puros.
Gran Itzaak, enarcó las cejas y frunció el ceño. Un movimiento seguido de otro:
-¿Cuánto vale? Y no me engañes como la otra vez, o te desollaré vivo después de haberte apaleado hasta la muerte.
-Oh Gran Itzaak, aún no hemos calculado el precio. Primero hemos de prepararlo y entrenarlo. Entonces, veremos en cuanta valía es su precio.
Gran Itzaak se llevó sus dedos de poderosas garras de oro a su barbilla. Un par de largos colmillos asomaron a la comisura de su boca.
-Tienes una semana para prepararlo. Luego, que pase a mi propiedad como nueva pieza de Mundo Circo. Una semana. Un día más, será tu óbito.
El comerciante se inclinó.
-Respeto vuestra munificencia, Oh Gran Itzaak. Sois muy bueno conmigo.
Gran Itzaak se fue, con toda su corpulencia.
-Lleváos la cápsula. Hay que preparar a este mestizo para la lucha. ¡Rápido, mi cabeza corre peligro! Estoy cansado de ser el lameculos del Gran Itzaak; pero le va a costar uns fortuna pagarme esta nueva adquisición.
Y el comerciante, que se llamaba Teleryas Summ, se frotó las manos. Gran Itzaak se haría rico, pero Teleryas Summ sería aún más rico.
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