Nos sorprendió este mes con el regreso a las pantallas de Batman, el Cruzado de la Capa, con la última parte en este año 2012, y el final de una trilogía Batman: The Dark Knight Rises que ha dado algo más que calidad, y menos de lo mismo, pero de mayor calidad de la que se podía esperar.
Pero han ocurrido otras cosas. Asuntos de impuestos. Más impuestos impuestos, que no impostados, porque, entonces sería de muy mala educación, hasta tal punto, que ya no tenemos cintura para tanto apretón de cinturón; incluso cuando llegue el auténtico apretón, y nos pille con el culo torcido.
Y más cosas: cada vez, nuestro Gobierno se parece más al anterior. Nos aprietan, y por poco, están a punto de dejarnos sin respiración.
O en cine: Prometheus de Ridley Scott, y la muerte de su hermano, Tony Scott, que decidió acabar con su vida arrojándose amorosamente de un puente. Adiós al genio que nos deslumbró en los 80 con Top Gun y en los 90 con El último boyscout, una suerte de revisitación del detective puro y duro, de los 50, trasladado a la corrupción en el juego de los 90. Es una de mis películas favoritas. En EE. UU. tuvo éxito, pero, aquí, en este lugar patrio, pasó sin pena ni gloria.
Por lo visto, la película de Ridley Scott no ha tenido el éxito que buscaba, y se ha desbaratado de la saga Alien, hasta tal punto, que el producto, de tan nuevo que es, se desconoce. Parece que nadie ha comprendido la cinta, y, dentro de una década, es posible que este producto de auteur se convierta en una película de culto de las más raras. Algunos espectadores salieron de la sala apesadumbrados por el estropicio, y el juego de los efectos especiales.
Y el fuego. El fuego que una serie de pirómanos enloquecidos han decidido poblar la piel de toro, y que, con un poco de buena suerte, si llueve, será imposible que renazcan de nuevo. Como recurso, propongo la danza de la lluvia.
Mucho déficit y caída, desde luego.