La escritura se afianza de una sola manera, pero no la única, es decir, escribiendo. Poco importa que se trate de cartas, correo ordinario, diarios, apuntes, notas y un largo etcétera de probabilidades. Otros prefieren no dejar nada para el futuro, y pierden el tiempo en destruir a los demás, y destruirse a sí mismos. Tampoco hace falta ayudarlos. Basta con un empujoncito al abismo de la desesperación, pues piensan que escribir, en vez de una aventura, es una pérdida de tiempo.
Caigan por el abismo.
En la imagen hay un montón de folios apilados. Debe de haber unos quinientos folios a ojo de buen cubero. Están en esas líneas, sueños y afectos, y la sensación de que el mundo permanece, mientras unos pocos puedan registrar sus acontecimientos personales.
El paquete de Camel es una entelequia, pero presente en muchos escritores. Y no, no es mío. Yo no fumo.
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