Servir los libros como si fueran nutricios. Libros que se sirven para formar espíritus y personas, dándoles un significado en su vida, que son un regalo. Y hay suerte, porque, tanto los libros de papel, como digitales, te acompañan toda la vida, mientras el ordenador envejece. Es posible que, dentro de unos años, al creador de Microsoft, le dé por cambiar el programa que ha monopolizado nuestras vidas y nuestras consolas; que, con todo sentido común, sus licencias le enriquezcan más. Pero los libros en papel, dudo mucho que se agoten. Habrá más, pero los lectores somos minoría, porque no damos abasto, con tantas obras que se quedan por el camino.
Y uno se pierde entre anaqueles, estanterías y páginas en donde descargar las obras buscadas, las clásicas, que siempre nos han acompañado desde chiquillos. Pero la tinta nunca se agota, y es como una droga que provoca y despierta adicción. La lectura es el hechizo que despierta a ese oso dormido que prefiere seguir hibernando; la lectura despierta al oso, porque ya ha llegado el calor.
Entonces, el oso se despereza, y se da cuenta del tiempo que ha perdido buscando algo que ya había encontrado. Pero no somos el oso, sino el espíritu en el interior de la bestia, buscando luz, ese haz de luz, que nos ilumina el camino.
Los libros servidos en un plato.
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