Me sucede muchas veces. Anoto un pensamiento, luego, me olvido de él, y poco tiempo después, vuelvo a tomar nota del mismo pensamiento, desarrollándolo con más datos, alimentándolo con savia nueva, y da la casualidad de que se trata del mismo pensamiento.
Soy muy propenso a asombrarme a mi mismo, de tal manera que demuestro lo poco que me conozco, o lo mucho que me ignoro. El mismo pensamiento vuelve a repetirse, con una nueva anotación, pero con un punto de vista distinto. Significa que ese mismo pensamiento evoluciona, o he hallado otro prisma con colores distintos, pero en donde la luz básica es la misma. Más que perder, he hallado.
Me sucede exactamente igual cuando anoto para escribir un cuento, o algún capítulo de la novela, y la operación se repite, otra vez.
He llegado a la hipótesis de que la mente es un laberinto que decide cuando abrir una salida, o crear una muralla. Este laberinto no hace otra cosa que modificar su diseño, mientras el camino se recorre. La meta no es llegar a la salida, sino aclarar por qué el laberinto crece y se vuelve más complejo, abriendo nuevas salidas, pero, también, construyendo nuevos muros que desvían del camino original.
La llave es escribir.
Al escribir, al tener la llave, podemos decidir, por ejemplo, tomando notas, cuando es necesario crear un nuevo muro, o abrir más salidas. Depende de nosotros, y nadie vendrá a ayudarnos, a no ser que preguntemos, para no perdernos en nuestro propio laberinto.
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