Y eso no es todo. Cada día busco algún tema que pueda interesar; pero el reflejo es uno mismo. Siempre se escribe a partir de uno mismo.
El interior es interesante; pero esto es un apunte. Como en los sriptorium medievales, siempre se tendía a guardar las obras de interés, con un cuidado artesanal. Gracias a eso, se salvaron millones de obras, entre poemas, novelas y ensayos (sobre todo, ensayos filosóficos) y obras religiosas. El único defecto de esa época suponía que los códices salían muy caros. Un campesino no podía permitírselo, pero sí un noble o un rey erudito y acaudalado.
No lo tenemos en cuenta, pero somos unos privilegiados. El único defecto es que, con la crisis, el pecunio decrece, y los libros se encarecen. Hay una multitud inmensa de obras que no podrán leerse, porque doblan todas las poblaciones, y harían falta miles de vidas para abarcar todo el despiadado mercado literario.
Pero no se olvida, no lo olvido, escribir siempre, sin ninguna intención de publicar, pero sí compartir las ideas y tribulaciones. Es indudable que, a este paso, retrocederemos a una Edad Media digital, si todos estos saberes se pierden como lágrimas en la lluvia.
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