En esta novela de Isaac Asimov y Robert Silverberg, se manifiesta la hipótesis sobre si una máquina, en un momento de su "vida" sufre un cambio, o ha evolucionado hasta una cercana humanidad.
Con humanidad, me refiero a que busca la libertad, la capacidad de ser autónoma, y una evolución en su cerebro positrónico "empotrado en una cabeza de metal". El protagonista, un NDR 113, es bautizado como Andrew Martin. Acaba perteneciendo a una familia distinguida, con una amistad que permanece durante varias generaciones, hasta tal punto, que empieza a preguntarse (sabiéndose máquina, pero con la maldición del Golem o Prometeo) hechos que se le habían pasado por alto.
Más adelante, Andrew consigue, merced a su capacidad de artista, lograr una fortuna inmensa, y desea vestirse. Imperan las Leyes de la Robótica. El cerebro positrónico evoluciona, pero sin olvidarse de que es un robot, que, en ningún momento, desea ser humano, pero que revela sus inquietudes. Nada que ver con un frío Terminator, o con una tostadora.
La novela es interesante, porque es una versión reducida de El Hombre Bicentenario de Asimov, y permanece ligeramente modificada, pero la historia es la misma: una máquina que, al final, acaba ansiando ser humana, comprendiendo las ambiguedades y significados contradictorios que eso acarrea. Andrew empieza a hacerse preguntas, hasta que, después de mucho tiempo, se da cuenta de que sigue siendo un robot, una máquina que despierta temor y recelos (la mayoría por ignorancia) hasta que el lector descubre que Andrew es más soportable que muchos seres humanos, y que aspirar a la igualdad, no depende de sus manos, sino de las palabras y razones de su creador, el ser humano.
Pero la novela es más profunda, porque estudia los presuntos orígenes de la batalla del hombre con la tecnología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario