Y no se esperan porque siempre son anécdotas que acontecen en casa. Me refiero a las llamadas de extraños a la puerta. Entran con sigilo en el portal. Nadie les oye subir, y ¡zasca!, llaman al timbre con la intención comercial de:
a) Venderte algo;
b) Promocionar algo;
c) Instalarte algo que no tienen porqué hacerlo, puesto que no lo tienes, y no te interesa;
d) De una ONG con intenciones claras de asociarte a la misma organización cuando tu interés es nulo, y no estás de humor;
e) Estudiar las facturas cuando no pertenecen a la empresa (mejor evitar a estos chorizos del timo blanco);
f) Robarte, con la excusa más surrealista y menos creíble del mundo, en cuyo caso, reciben un sonoro portazo en las narices, y la entrada ni la huelen (por lesión de la napia, claro),
y así, hasta una cantidad de hechos que suceden todos los días, y que no te esperas. Es mucho material para crear historias; pero, en mi caso, son inservibles. Suceden todos los días, y siempre están cubiertos de esa sombra oscura, de esa tiniebla, en que no sabes que puede suceder.
Naturalmente, yo siempre digo "no me interesa". Después de todo, son desconocidos, y los desconocidos se aprovechan de su desconocidad para dejarte en calzoncillos, o intentar artimañas que son dolorosas.
No se esperan estas llamadas; pero son poco bienvenidas.
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