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sábado, 25 de mayo de 2013

Libros

Los millones y millones de publicaciones de las que todo el mundo no logrará ni leerse ni la mitad, sólo puede ser por una razón: transmitir conocimientos e ideas y, por qué no, sentimientos. Pero, si al principio de consultar un anaquel no se encuentra el libro que se busca, llega la tensión, y luego el aturdimiento. Porque hay muchos libros, hasta tal punto, que los libros son interminables, y eternos.
De hecho, los libros son eternos, y nos recuerdan que nuestra materia, al fin y al cabo, es mortal. Somos mortales, pero nuestra sabiduría, recolectada desde hace tiempo, de nuestros sentires y pesares.
Hay coleccionistas de libros, bibliófilos, que aman, no sólo las letras, sino el soporte. Porque el papel es lo que tiene, esa magia que, de un momento a otro, queda inmortalizada en la escritura.
Se sabe que el soporte electrónico es dudoso. Es posible que, dentro de unos miles de años, nuestro soporte de chips, se cambien o modifiquen por circuitos de cristal. De momento, está en estudio, pero nos estamos acercando a ese futuro. Cuando el soporte es cristalino, evitaría que las placas bases se calentaran, y hasta es posible que los ordenadores duren más, y que las memorias de los mismos sean más poderosas y amplias.
Pero es un sueño que está en estudio. Durante mucho tiempo, antes de convertirnos en aldea global, en tiempos recientes, la memoria de otros escritores y ensayistas, sus notas e investigaciones, formaban parte de las noticias del mundo conocido. Gracias a recogerlos en tinta y plasmarlos en escritura, y crear los códices (Cleopatra es un ejemplo, que se los mostró a Julio César) hasta nuestros días en que el libro se soporta en digital, pero el papel no desaparecerá sino que se combinará, tal como sucede en estos momentos.
Pero los libros hacen compañía, porque es un intercambio de ideas. Ningún tipo de diversión tanto como la lectura y el estudio. Un ejemplo es Michel de Montaigne, que siempre se ponía cómodo y se acompañaba de los clásicos; de ahí que sus ensayos fueran novedosos, pero estaba escribiendo sobre sí mismo.
Los escritores somos vanidosos, pero hallamos un tesoro en nuestra memoria, que la compartimos con cierta ficción y mucha fantasía, hasta tal punto, que no es difícil que, hasta nuestras memorias sean algo inventadas. Y eso es una ventaja en los libros. Incluso las investigaciones más reales, son de ficción. Una aeronave no es real, hasta que los planos y las medidas se tornan posibles.
En fin, libros. Pero los libros no son el final, son el principio.

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