Los libros. Esos amigos que nunca traicionan pero que, cuando se pierden, uno se siente como abandonado. Pero si se regalan, uno se siente vivo. Pero los libros son algo más que varias hojas encuadernadas. Cuentan historias, recuerdan vivencias, y el mundo sigue funcionando, hasta tal punto, que es necesario, sobre todo, intentar leerlos todos, pero es imposible. No se pueden leer todos en el trayecto de una vida.
Esto, por supuesto, es un apunte. Y, desde luego, que se ha de procurar formarse cada uno. En mi caso, soy autodidacta o diletante. Bueno, tampoco es peligroso; pero cada uno busca la cultura a su manera. Aprendo la sabiduría de los libros, y no importa el género literario. Pero siempre hay lecturas más interesantes que otras.
También se necesitan unos brazos fuertes, hasta tal punto, que esta misma fortaleza es suficiente para lograr cargar con estas joyas. Pero es una metáfora. Los brazos, no son del todo importantes; pero, por supuesto, cultivar la mente es, muy ciertamente, la capacidad para aprender. Y, aprendiendo, se llega a conocer la anchura del universo, de todo el universo, si tratamos, desde luego, respondernos las preguntas que contienen el misterio de nuestro conocimiento.
Hyeronymus dixit.
Nos vemos.
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