Se dice que el conocimiento no ocupa lugar. Es cierto, con la impresión digital, no hace falta moverse de casa, porque se sirve a la carta. El saber no ocupa lugar, pero sí la memoria RAM de millones de ordenadores. Pero se están creando ordenadores más potentes. Algún día llegaremos a las memorias RAM de Terabytes, que es algo así como más de un millón de archivos en toda su plenitud.
Se ha vaticinado también el final del papel. Nada más lejos de la realidad. El libro en papel ha sobrevivido desde hace milenios. No caerá tan fácilmente, porque siempre quedamos aquellos que lo consultan en Bibliotecas, o los compran en librerías (o no los compran) y que queda el regustillo de la lectura, cuando se llega al final de la página o al final del libro, como si se hubiera explorado un nuevo mundo. Porque los libros son eso: mundos, mundos que otros comparten.
El conocimiento o el saber y el arte, no ocupan lugar porque cada años lo conquistan. Nuevos saberes llegan a las librerías y Bibliotecas; nuevas concesiones a la curiosidad, y nuevas lecturas recomendadas y recomendables. En fin, es un universo infinito como el Libro de Arena de Borges, en las que las últimas páginas son las primeras.
Volviendo a la pregunta: ¿son los libros cajas llenas o vacías? En cierta manera, son cajas llenas de contenido, pero el saber es ficiticio. Es decir, llega por los ojos a nuestra mente. De ahí a utilizarlo, es hasta dimensional. De la primera dimensión plana (la página) hasta la instrucción de nuestra mente (una dimensión compleja y multidimensional, excepto para el Simple del Pueblo), y por último, un intercambio de datos a utilizar, que podemos llevarlo a término mejor que un ordenador. Por suerte, siempre hay cajas vacías (archivos o folios o cuadernos o libretas y etc) que llenar.
En realidad, nunca hemos estado solos. Nunca. El saber siempre nos acompaña, y la soledad suele ser voluntaria, como el aislamiento.
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