Abro esta entrada con la jubilación anticipada, por propia voluntad por el Papa Ratzinger. Ciertamente, el hombre veía su final, y ha sido el primero en afirmar que en el Vaticano entra hasta el Tato, con cola y todo, y que no se han hecho las cosas demasiado bien. Es decir, mal; pero no soy el más indicado para afirmar que el gobierno de Benedicto XVI ha mejorado las cosas. Si acaso, las ha complicado aún más. De todas maneras. ha habido loterías, porque el Papa pudiera haber sido una víctima más del poder (porque en el Vaticano no hay mucho lustre y sí mucho polvo que limpiar) porque vaticinaron para el Papa, esos profetas que se crían en cualquier parte, que no moriría de muerte natural. Supongo que no fue por el cansancio, sino porque vio las orejas puntiagudas al Maligno, y se dijo, mejor me retiro.
Pero con su retiro, precisamente hoy, ha dejado la puerta abierta a nuevas conjeturas escatológicas: llegada de un nuevo Papa, de origen italiano, y que es posible que acelere el vaticinio de Parravicini, y de los demás videntes de a duro a euro: si el nuevo Papa es italiano, con toda seguridad, será el tan repetido Pedro el Romano, que nos traerá calamidades y oscuridad, porque el cristianismo dejará de ser lo que ha sido hasta ahora, para dejar de ser aquello que es, sencillamente.
Cambio de tema: la corrupción ha salpicado a todos los partidos políticos de nuestra maltratada España. Ahora, se echan la culpa unos a otros, con el "y tú, más", y el público no se aclara; pero el público está más que harto de que lo utilicen de pelota de tenis, hasta que la pelota decida quedarse en el suelo, y no votar, que eso es lo que sucederá si no hacen las cosas bien, y no tan chapuceramente como se están haciendo. En realidad, hay que tajarlos a todos como reses porque, ni nos interesan sus batallas, en donde nosotros seguimos perdiendo, ni las guerras de despropósitos en un país que casi agoniza por la crisis. Que paren, y se centren.
Siempre nos toca perder a los mismos. Siempre.
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