Escribir, para mí, es vital. Norman Mailer, en cambio, solía escribir poco; pero que, si se trataba de una novela, Mailer no abandonaba la escritura, sino que se arriesgaba. Mailer, por ejemplo, no se achantaba ante el riesgo de escribir un primer folio de baja calidad. Hay más, Mailer, sobre todo, escribía para luchar contra el folio en blanco: en una mano la pluma, y en la otra su mente. Mailer no confesó nunca que escribía todos los días, y que, a la hora de pasar a limpio, tuvo que tirar muchos folios y borradores a la papelera.
La pasión de Mailer por la escritura era más que evidente. Para él, escribir era vital, pero no obsesionante. No me extraña que sus novelas tengan más de 500 páginas, y algunas, sobrepasan este número, sin llegar a las 1000 páginas.
La manera de trabajar de Mailer: escribir una composición en prosa que no tenga nada que ver, hasta dar con el tema, y empezar a trabajar, a partir de ahí, es una tentativa arriesgada. Sin embargo, a Mailer le funcionaba. Después, llegaría la criba de la escritura, eliminando lo superfluo, y adaptando aquello que funciona.
Las líneas vitales, nunca se agotan.
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