
Eso sí, yo he aprovechado la Biblioteca del barrio, para leerme unos cinco libros cada mes, o más. Por lo menos, pasaré un verano acompañado de las palabras, que falta nos hacen, porque es un consuelo como nuestro Presidente, niega lo evidente (pa ná que hace); pero, bueno, pelillos a la mar, o a la piscina. Capearemos el calor como mejor podamos, y es posible que, en este caso, se trate de un verano más tranquilo.
Claro, queda el socorrista que no la líe parda, que lo hará, o aquel salvavidas que, en la playa, tanto de Levante como del Norte, a la hora del bocadillo, se decida a salvar al ahogado o ahogada (y necesitará abogado, si no lo hace) con eso de decirle al pobre turista que ir, lo que es ir, pero vamos, que son las doce, y luego, la una, y la hora de la comida. Que no es por no ir; que sí, que sí hubiere de ir,se va, pero que ir, ir, vamos, que ir pa ná, es tontería. Pues eso.
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