Diversos estudios y tesis aconsejan la escritura como terapia. Pero ninguno resuelve que viene después que esta se ha superado. Por lo visto, tanto la tesis como el estudio pronostican que la escritura terapéutica ha de permanecer con el paciente o enfermo, incluso poco después de que el tratamiento haya sido positivo.
Acontece un hecho curioso: al escribir por dicho método, no es necesario corregir lo escrito. No es una ventaja, pero tampoco es una desventaja. La escritura terapéutica se inicia en cuadernos, de manera voluntaria, puesto que se trata de auxiliar al enfermo y que se comprenda, y extraiga de su interior los males que lo atenazan y acosan.
En los cuadernos es posible que ese universo se desarrolle; la ventaja en no reescribir, consiste, en estos casos, en dejarlo tal cual. Es un universo íntimo que nadie tiene derecho a invadir. Ahora, puntualizo, se trata de un tratamiento. En este caso, se crea un Taller, y se trata, por todos los medios, que, mientras el enfermo va aprendiendo, ha de hacer, en todo momento, lo que le indique el médico que lo trata. Suelen ser por grupos, con las mismas dolencias o enfermedades.
Pero no me refiero a las enfermedades físicas, sino a las mentales. El enfermo, al conocerse mejor, depura y lima todo aquello que le deprime, o que le sienta bien, sea la convivencia, o cualquier actividad en grupo o participativa. Cuenta con una ventaja: no le es necesario corregir. Después de todo, se trata de curarse, y superar el dolor, tan presente en este siglo de crisis.
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