Otorgar a los árboles y animales personalidad humana, antrópica, es una cuestión que nos viene de lejos, de las Fábulas de Esopo y Samaniego. Pero donde se pone la puntilla es en Tolkien. Bárbol, un ser bípedo con aspecto arbóreo de lento pensar y meditado caminar, enemigo de los destructores de su entorno y del ecosistema, que son los Orcos Uruk Hai, y sus antiguos orcos que, poco antes de ser degradados por Sauron, fueron Elfos.
Bárbol nos pone en contacto con la identidad de la Naturaleza, de su belleza y antigüedad y de su magia frente al progreso (porque la tecnología arrasa con todo, nos deja claro Tolkien, que mucho tiene que ver con Wells, cuando creó a los Morlocks, que eran creativos en tecnología y antropofagia con los Eloi), de ahí que la gran obra maestra de Tolkien es un canto a la Naturaleza, y un golpe en la mejilla para que nos demos cuenta de lo que podemos perder de un momento a otro.
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