Si se puede, es la única frase que es ofensiva. En los momentos en los que la he repetido, primero te miran con los ojos oblicuos, y luego te hacen alguna putadita. por ejemplo, en las oficinas con los funcionarios del Estado, que no hacen nada, en ocasiones, y tienes que tratarlos como aquello que no son: personas. Son personajes.
Si se puede, se lo toman a mal. Se dedican a extraviar la documentación, o te adelantan que el Ministerio en cuestión, no moverá ningún dedo para solucionarte el problema. Es más, se dedicarán a ponerte obstáculos. Pero hay estrategias. Trátalos con respeto, sonríe un poco, para que no parezca forzado, y no digas nunca, si se puede.
Ellos pueden, está claro, pero quieren llegar cuanto antes a su casa, y olvidarse del mundo de los visitantes que van a las oficinas a solucionar sus cuitas. ¿Tendrán estrés? Lo dudo. Ni ocho horas son suficientes para agotarlos. Se agotan de vicio.
Y, encima, el ciudadano ha de tener cuidado. Si se puede. Porque si así no es, ya puedes ponerte a descansar, que son capaces de las peores y maquiavélicas diabluras. No se mueven ni con corcho. Luego se quejan de los despidos. Si en diez años no han hecho, qué no harán los treinta siguientes.
Por lo menos, cuando Ares y Afrodita se enrollaron no contaron con que Hefaistos el Herrero los atraparía. Pero el pobre Herrero del Olimpo, no contaba con ser la infidelidad de ambos un espectáculo.
Esto son las oficinas de los Ministerios. Fluye el dinero, pero los funcionarios no están contentos. Al final será razón de ver que el descontento no es sólo de los ciudadanos. Pero los funcionarios deberían esforzarse por trabajar. Un ejemplo de ello son los bibliotecarios. No hay queja, pero sí un malestar mayor.
En fin, mañana, más.
Nos vemos.
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