Con buenas maneras y educación se llega a muchas partes; pero, por suerte, éstas no se han perdido. Quedan resquicios en tiempos de crisis que, con la presión, acaban por perderse porque vivimos en un mundo que cada día es una sucesión de frustraciones.
Cuando nos faltan estas maneras y modos, nos ponemos a la altura de las bestias (que es un cliché de comparación); mientras esperaba en la parada del autobús, un venezolano me dejó pasar al autobús, argumentando que yo estaba primero. Y era cierto; pero entré el tercero, porque tres ancianas se habían adelantado, sin avisar ni nada, y son españolas. Al parecer, perdieron las maneras y los modo de educación poco antes de llegar al autobús, y sospecho que no se han molestado en buscarlas.
Luego, tuve una breve conversación con él. Incluso cuando le cedí mi asiento, me permitió bajar cuando llegué a la parada en la que me bajaba. Siempre se tiene suerte para dar con personas así, que tratan con educación a otras personas, y que yo le agradecí enseguida.
A diferencia de otras personas, que no lo son, tienden a la amabilidad, y se agradece. Lo cortés no quita lo valiente. Y admiro la valentía de las personas educadas, perdiendo su lugar en el Metro y, en ocasiones, en la vida, cuando las toman por aquello que nunca fueron, y que los bárbaros son los otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario