La Srta. Muerte tiene un lucrativo negocio que, en estos tiempos, no la deja parar. Para empezar, la Srta. Muerte tiene un hotel variado en el Inframundo, gobernado por Hades y Perséfone. El edificio es parecido a un túmulo oscuro y carbonizado, con la lava del Tartarus abajo, con un puente muy enclenque.
Si las almas recién llegadas se caen, en el Tartarus les espera el sufrimiento y la quemadura eterna. Los tejidos se rebelan, y se consumen en la lava, hasta tal punto, que se trata de un paseo, porque luego, las almas consumidas, al llegar al delta, vuelven a recuperarse, y han de guiarse en la oscuridad para dar con el lánguido puente.
Naturalmente, esto es un mito. Pero no creo que las almas sufran, pasan su tiempo en el Hotel Oscuro de la Srta. Muerte, mientras los que cortan el bacalao deciden si suben a los Campos Elíseos, o descienden aún más abajo del Inframundo, que son otros Inframundos más terroríficos.
Otras almas visitarán el Olimpo, pero sólo durante un tiempo muy breve, luego podrán elegir entre regresar a la Tierra (para no ofender a Platón) o seguir con su carrera eterna de perfección en los Planos Superiores del Etéreo. Claro que, también es un mito.
La Srta. Muerte cuando se presenta, lo hace sin avisar. En el momento de teclear estas palabras, en el mundo han muerto unas 300.000 personas, y hay nuevos nacimientos, quizás el doble, pero en otras partes del mundo, o bien, están fecundando nuevos nacidos. Pero esto, a la Srta. Muerte no le preocupa, porque serán su negocio dentro de sesenta u ochenta años. La Dama lo pasa mal cuando los humanos deciden vivir demasiado, porque luego las almas llegan muy subidas y estropeadas, y no hace negocio, porque se los lleva a Hades, que bastante negocio hace con pagarle las prebendas, y alguna que otra aventura, en no se sabe dónde.
Como es un Dama muy antigua, conoce hasta el nacimiento y la muerte de los Dioses de todas las Religiones, y que se han topado con ella más de una vez. Pero, claro, su trabajo funcionarial es tedioso y solitario. Como el de un barrendero cuando barre las calles: sólo con sus pensamientos.
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