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domingo, 23 de febrero de 2014

Incursiones al exterior

De las raras ocasiones en las que salgo al exterior, siento que me encuentro mejor. Pero el mundo se está volviendo un lugar peligroso. Siempre hay individuos que no respetan el contrato social, y que, intentando cruzar el paso de peatones, les da igual si cruza un anciana que una joven (o lo opuesto en sexo contrario); y entonces, cabe la posibilidad de que mis incursiones al exterior sean de prudencia.
Prudencia, y ser precavido, pero acaba sirviendo de poco. Queman neumáticos, sale humo de la acera, y cuando uno está a punto de cruzar, ha de recular para el lugar original, la salida, porque al conductor, una bestia inhumana (no todos) le ha dado por no respetar las reglas cívicas de comportamiento. Y coincide que se saltan semáforos, y la Policía no está. Está para los peatones, que cuando estos cruzan en rojo, y no vienen nadie, no hay peligro, ¡multa al canto!.
Me pregunto que clase de servicio hacen multando a los peatones y no arrebatando el carné de puntos a esos seres descerebrados al volante que no respetan ni las normas de circulación, que les dan igual las personas y los peatones (que también son personas); que se saltan semáforos en rojo, para llevarse por delante a un peatón y desaparecer, que si colisionan con otro vehículo, huyen como cobardes deshuevados. En fin, que no hay justicia.
No estamos en tiempos inquisitoriales, pero los peatones nos hallamos en peligro. Frenamos a algunos vehículos que, tras cruzar la calle, no aceleran en segundos, sino en décimas, y con una serie de instintos asesinos que, por llevar una máquina sin cerebro (el que les falta a estos fitipaldis) prefieren añadir muerte y arrebatar la vida.
Por lo menos, que les transmitan algo de responsabilidad, que tampoco se trata de pedir la luna, y no en el peligro diario de estas incursiones al exterior.

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