A la hora de escribir, la calidad antes que la cantidad. Suele acontecer que hay días en los que merece que escribamos mucho, que pasemos el día en archivos, escribiendo en el procesador de textos hasta aprovechar todas sus ventajas; y que, al exprimirlos, la creación escrita sea de valor.
No hay que abusar. Se ha de escribir cuando se necesite, que sea una necesidad vital. Tan vital como vivir. Recuerdo que hace un par de años, cuando el ordenador sufrió una avería, se me interrumpió el Diario que estaba escribiendo, durante unos quince días, hasta que uno de mis hermanos trajo el Notebook a casa. Entonces recuperé el ritmo para escribir tanto en este blog, como en el Diario, y también, menos mal que recuperé el archivo de los Diarios. Y me refiero a Diarios Personales.
Poco después, la angustia que me invadió en los momentos de carecer del ordenador, desaparecieron y me tranquilizaron; pero supe que quería ser escritor a toda costa, pero sin necesidad de ser conocido. Porque están los escritores que quieren publicar, y aquellos que guardan sus escritos. Después de todo, podría decir como el Sherlock Holmes de la serie Elementary y, a pesar de que algún día regresaré, la relación que mantengo con Watson me equilibra, y que, de momento, no regresaré (a Inglaterra) hasta que no esté preparado, pero que ahora no es el momento.
Desde luego, esperar el momento está bien, y no me importa quedarme en el camino, porque se publican demasiados libros, estamos saturados de información y, por eso, nos estamos convirtiendo, sobre todo algunos internautas, en analfabetos virtuales, porque hay algo más allá del peso digital de la información, más allá de teclear para encontrar o buscar, más allá de nuestra vida virtual en la Red: la vida, que es más poderosa, incluso después de nuestro acabamiento.
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