Es fácil mirar a otro lado cuando se trata de poner en evidencia las flaquezas de un Gobierno que, aún no haciéndolo lo mejor que puede, porque los políticos son mortales y tienen sus defectos, la Oposición trate, en todo momento, de apañárselas para que el Gobierno sea culpable de hechos inverosímiles. Además, ¿desde cuándo los artefactos de goma provocan víctimas?
Ahora se ha puesto de moda echar la culpa de los errores ajenos al Gobierno, cuando el anterior ni se molestó en cuestiones importantes, negando la crisis, y tratando de no patriotas a los que la afirmaban. Y, ahora, es peor, porque si el Gobierno anterior hubiera hecho lo correcto, en vez degradarse a la corrupción (porque todos los partidos están corruptos, pero algunos), es muy fácil culpar al vecino porque así, con una maniobra de distracción, se las ventilan para desviar las miradas a otro lado.
Y eso no es todo. También el Gobierno socialista, en su momento, cometió errores garrafales, pero nadie dimitió. Se les dio un abrazo y un tranquilo, aquí te quedas. Pero es muy fácil ocuparse de los puntos débiles, y tratar de derrocar a un Gobierno que, por lo menos, teniendo que cambiar la política de mercados que le están pidiendo, se dedica a recortar de todas partes, defendiendo que estamos saliendo de la crisis, cuando estamos más metidos en deudas que muchos de nosotros.
Es fácil ver y no ver, utilizando maniobras miserables y rastreras, hasta el punto que, de alguna manera, deberíamos ser conscientes de la manipulación del bipartidismo, porque ambos actúan igual, pero, por lo menos, en el PP dimiten, y a los socialistas hay que pedírselo a gritos.
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