Rubalcaba ahora se hace paladín de causas humanitarias cuando, en su momento, que fue ministro, no movió un dedo para desalojar Sol. Es decir, sus razones tenían los del 15M; pero está claro que, como político es un fraude y una chufla. Hace lo que no se dedicó en su momento y a deshora. El 15M se desinfló, pero Rubalcaba desvió la atención del asunto Faisán. Un pájaro que le venía grande, porque el aviso lo dio él, y pagaron otros.
Ahora Rubalcaba quiere defender los derechos de los que cruzan la frontera de agua, y culpa a los Guardias Civiles y a la Policía, sin pruebas, y pidiendo la cabeza del ministro de turno. Está claro que no merece ningún esfuerzo, ni que le tomen en cuenta. Cuando habla de libertad, no habla de la libertad democrática, sino del libertinaje socialista de la izquierda. Con Rubalcaba llegó el caos, y volverá con el futurible que ponga a dedo. Entre la izquierda no hay libertad, sino totalitarismo, tanto como en la derecha de los últimos tiempos, con los recortes e inverosímiles sacrificios a los ciudadano votantes, que ya hacen demasiado.
Cuando Rubalcaba se pone gallito, pierde fuelle y se le inhiben los pulmones. Gritar no le servirá de nada. Además, lo siento por los inmigrantes que demoran años de su país en guerra; pero no les perdono que no sepan nadar, o que calculan mal los riesgos, y que en el fondo saben que, por mucho que vayan a parar al CETI, los regresarán de nuevo, porque los muy sutiles países de la UE, esos que creemos nuestros amigos, Italia y Francia, se han negado a abrirles sus puertas, y todo el lastre nos cae a nosotros. ¿Dónde se encuentra la mano amiga que nos eche una mano? Nos encontramos hipersaturados de inmigrantes. Ya no cabemos.
Y, encima, Bruselas y Berlín con exigencias: deberíamos enviárselos como prueba de amistad, y que se mojen.
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