Doc Eckman se quedó sorprendido de la rápida recuperación de David-El. Lo primero que le sorprendió fue la cantidad de alimento que quemaba para reponerse, como si no hubiera comido bien en cien años. También el buen y malhablado Doc Eckman comprendió que, en este caso, la pérdida de sangre era proporcional al consumo de calorías.
-Para ya, Strike!-ordenó Doc Eckman- Estás muy gordo. Necesitas hacer ejercicio. Llevas una semana consumiendo alimento y energía sin parar.
-Pero, Doc, es que se me ha abierto el estómago, y es oler o saborear el guiso, y ¡hala! a llenar. Pararé, pero, puedo tomarme un par de helados.
Doc Eckman se llevó la mano a su plateada barba y dijo:
-Está bien, pero no me engañes, o te rompo los huesos, kryptoniano.
-Lo prometo-exclamó David-El, y si no lo hago, que un rayo me parta en dos.
Tres minutos después, Doc Eckman le mostró, en las plantas inferiores del edificio un extenso gimnasio; pero enorme. Las máquinas manejaban pesos de coloso, en toneladas.
-No me creo que entrene usted aquí, Doc.
-¡Cállate, imbécil! Pónte debajo del press de banca.
-¿Qué? Pero usted no está bien de la chola. Pero si son toneladas no kilos.
-Pues, disculpe, damisela; pero aquí se rehabilitan los kryptonianos de pura cepa, cuando se encuentran bajos de defensas.
-Qué yo no soy kryptoniano, sólo medio...
-Deja de hablar, gordo retrasado, y sujeta la barra de la máquina, gilipollas.
-Sin insultar, Doc.
-¡Gasp!-murmuró Doc Eckman-, pero porqué siempre me tocan los pusilánimes y quejicas. Atención, ordenador: 10 toneladas.
-Exagerado, eso son diez mil kilos. Es una burrada, Doc.
-Cállate, merluzo, y sujeta el peso.
"Preparando 10 toneladas" dijo una voz femenina de delicado timbre y dicción. A continuación, la máquina cargó y calculó el peso. David-El calló, y sostuvo el peso. Para su sorpresa, apenas pesaba como una pluma.
-Ordenador: 100 toneladas.
La misma operación. David-El sostenía el peso sin inmutarse. Así siguió hasta las 900.000 toneladas y más. Pero David-El notaba un poco el agotamiento. Sudó la gota gorda; pero, al levantarse, sintió las agujetas. Los músculos pectorales le ardían y dolían.
-Strike!-dijo Doc Eckman-es una prueba para compararla cuando te depure la sangre. Cuando lo haya hecho, manejarás casi el mismo peso, pero el resultado será un poquito doloroso.
-Doc, es usted un maldito tramposo.
-Gracias-dijo Doc Eckman. El único que oiría de sus palabras. Porque Doc Eckman no solía dar las gracias ni en serio.-Ahora vete al vestuario, dúchate, y prepárate para cenar. Lo repetiremos todos los días, a partir de ahora, para que tu cuerpo despierte. Y cuando te acostumbres, te depuraré la sangre para que la kryptonita no te afecte.
-Así sea-dijo David-El, mientras se levantaba temblando y agotado por el esfuerzo.
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