En un diario es posible registrar todos los días de tu vida. Es diario en cuanto escribes cada día. Deja de serlo cuando sólo escribes día sí, día no. Importa más la acción de rellenar cada día el mismo diario, porque, después, puede servir para consultarlo al año siguiente, y comparar.
No tiene porqué ser una obra maestra. Estoy seguro de que Gide nunca pensó en publicar su diario, y que, en el momento de su publicación, el despierto Andrè no tenía ninguna intención de que sus desvelos para escribir Los monederos falsos que deja bien reflejados en sus diarios, le pillaron de improviso, sin que lo esperara. O eso, o que se trataba de una astuta operación publicitaria que, si he de ser sincero, le salió bien.
Pero un diario es un instrumento para que te eche una mano en los momentos de crisis creativa. Incluso, si es literario (pero literario es todo) la ayuda se intensifica. Pero no es dable que se haga público. Cada escrito es personal, y la vida del otro no le interesa a nadie, a no ser que haya algo interesante sobre qué enterarse.
Escribirlo mejora la manera de contar los hechos. De mejorar el estilo (que viene de stilus punta que servía para grabar signos en la arcilla blanda), y de conocerse a sí mismo; pero suena muy redundante. En estos tiempos, todos nos hemos olvidado de todos un poco, y priman los intereses económicos de los mercados. Nuestro contacto es el intercambio de información que, en esta época, se paga a precio de oro, o de saldo, según convenga.
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