Leo, en un aporte de pdf sobre la escritura del diario íntimo, que, en Internet, si queremos empezar la Tercera Guerra Mundial ( o la Cuarta) queda en una batalla de egos. Y es cierto del todo. Hace unos años armé una polémica, en otro blog en que colaboro, sólo porque un lector me gastó una broma referente a la muerte de un personaje que está bastante vivo, pero abandonado (han surgido otras tareas, y me es imposible de ocuparme de ambas series en que es el co y protagonista).
Cierto que, por esa época, me costaba, y aún me cuesta, otorgar cierta materialidad a un personaje de ficción que ha de formar parte de un entramado común. En su momento me disculpé; pero creo que al tipo en cuestión le escoció bastante, sobre todo, porque, ni fui soez, ni lo insulté. Calificar un aviso formal de que el propio lector no sabía en quién se estaba solazando, tiene una ventaja, puesto que, tanto él como yo, somos anónimos.
Otra cosa es la memoria. No he vuelto a armar polémica, no sólo por respeto, sino porque el Webmaster del momento, dueño del blog en que colaboro, y que está casi muerto (el blog, el webmaster, no, y además, es amigo) me dio el aviso de la expulsión. De manera que me disculpé, esta vez sin publicar la disculpa, pero sí en los comentarios.
Pero me tomé ciertas libertades: transformé al Anónimo de los comentarios en un personaje más de la serie. Como no aceptó mis disculpas, lo convertí en personaje de ficción, y antagonista (uno más, de mi personaje principal y del que soy el responsable); omito los datos, puesto que el blog en el cual colaboro se haya en los Blogs Universales de este mismo blog, el Blogroll.
Es posible que yo haya aprendido la lección, pero el Anónimo la ha desaprendido, y habrá desprendido más cosas, después. Así es la memoria.
¿Soy acaso soez por comunicarlo en la Red?
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