Llega el momento en que hay que escribir. No forzar la escritura, y vivir. No vivir para la escritura, sino vivir a través de la escritura, para ser testigo de cada momento. El mejor ejemplo es un portafolio o un Diario. Puesto que se trata de atrapar el día, lo mejor es el diálogo con uno mismo, o el contacto con factores externos.
La vida se compone de millones de historias, pero sólo podemos atraparla o cazar estas historias fragmentadas. Cada momento es necesario, y cada hora es necesaria. Pronto se comprende que, para tener historias, lo mejor es escuchar: hay tantas como personas, porque somos enciclopedias andantes; más que "sacos de huesos, carne y sangre". Homero es posible que escribiera La Iliada, pero, también es posible que uniera millones de historias, para crear el mito. Y el mito, es la narración. Nosotros somos testigos de haber recogido los mitos, de dar con la narración exacta, o con la narración que mejor nos da, y escogemos. Las decisiones las tomamos nosotros (pero me parece que esto ya lo dijeron otros con más peso que yo), porque nosotros, en realidad, somo las huellas de los que nos precedieron.
Hemos heredado la capacidad de soñar, pero también la de contar. Sin nada que tengamos detrás, en nuestra vida, no somos nadie. Sólo ceniza, al final.
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