Basta con contemplar esta libreta. Abrirla y empezar a escribir, porque nada se nos escapa. La libreta es una compañera fiel. Por lo menos, no tienes que dejarle el número de móvil, y esperar su llamada. Te acompaña a todas partes, siempre está contigo, y si tienes algún pensamiento, tomas notas del mismo.
Yo llevo siempre una, pero no es de este color. Anoto casi de todo. Algunas veces, datos importantes; otras, extensas meditaciones (que no sé si algún día verán la luz en este blog. Por lo menos, queda la sensación de que el pensamiento estampado en sus hojas, no se pierda. Pero está claro que nunca se utilizará, claro. O sí.
Depende, naturalmente, de cada uno de vosotros. Llevad siempre una libreta, y conquistareis el mundo, o casi. No es un mundo material. Es un mundo que está siempre presente, pero al que no le damos la importancia necesaria. Nuestro mundo interior. En una libreta no sólo caben planes de obra (literaria); es un sinfín de posibilidades. Además, y es cierto, mantiene una cierta higiene mental.
Por ejemplo: y esa idea que llevas rumiando durante semanas, plásmala de manera imperfecta, ya la corregirás más adelante. Escribe en esas páginas que te invitan a descubrirte. De hecho, la escritura es un hecho interno que se presenta al exterior. Y ese mundo de posibilidades es posible compartirlo o no.
¡A propósito! Aún tengo que comprarme esas tabletas de Crunch! que hace tiempo que no pruebo. Y están anotadas en mi libreta.
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