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viernes, 20 de mayo de 2011

Escribir a la ventura, o la escritura como aventura

¿Es posible escribir de manera natural, espontánea, pero sabiendo, en todo momento, el itinerario por el que te llevará más lejos? Esta pregunta tiene su respuesta, porque, casi todo en la vida tiene su razón de ser, y sobre todo, la aventura de escribir.
Repito: ¿es posible?
Un erudito se pondría a las bravas interponiendo obstáculos. Según este pedante, diría que es imposible, y mostraría como un mapa de dicho plan, la flojera y el caos. Vendría a decir que, lo que se escribe, no es válido. Y yo replicaría, y replico: es falso.
El escritor depende mucho de su personalidad y su modo de aprendizaje. Hay escritores de distinta velocidad: los prolíficos y los tranquilos. Generalmente, yo tiendo a ser de los prolíficos, pero que se toman el arte, tal como lo definió Wilde, la escritura como arte, con tranquilidad. Unos días puedo escribir mucho, y otro, narrar estupideces de tinte surrealista, o absurdo (Surrealismo Absurdo) que, ni se lleva, ni los tiempos prefieren los arcaísmos. Como ejemplo, Juan Manuel de Prada: tiende a ser barroco, los lectores avispados se han dado cuenta pero, como es un maestro en su propio estilo, no le dan importancia. Mal hecho: el Barroquismo tiende a rellenar; como es Juan Manuel de Prada, hace escuela, y se forma un grupo de imitadores, pero nadie se lo critica: error.
Ante esto, sobran las palabras. Umbral también era barroco y, sin embargo, ahora que ya no existe, prefieren algunos lectores, ignorar sus obras “porque su manera de expresarse, ya no se lleva”. Este pensamiento es absurdo, y está lleno de necedades. Cada escritor es un mundo, y ha de respetarse, siempre que no oculta datos erróneos, o los falsee (muy posible que suceda, porque lo hacemos todos, cuando la memoria es escasa, y crea realidades alternativas en nuestra jungla mental y artística particular); mas el escritor, merced a su licencia, tiene en su poder el fundamento de la libertad, y de decir lo que quiera.
Hasta que se lo ponen en entredicho.
Hay, entonces, unas cuantas salidas: los pasajes brillantes, de los que, en ocasiones, no soy consciente, no los busco, llegan. Incluso como llegan a invadir la ficción de lo que escribo en cada momento, o le otorgan realismo o verosimilitud, en realidad, o se cuelan, o aparecen en el momento en que me invade una crisis, o me hallo dispuesto a escribir, con la mayor tranquilidad, ante todo serena, del mundo. Porque lo importante es escribir con sencillez, y lo demás, ya llegará.
La sencillez es lo principal.
Por eso, jamás escribo pretendiendo algo, o buscando alguna forma de significado. Si lo busco, no me gusta, porque, con la técnica y los recursos, busco, sobre todo, narrar una serie de historias. Y porque soy de los que piensan que prefieren fallar, para aprender, o dejar de buscar para encontrarse.
Reconozco que, no siempre, encuentro la salida para escribir encargos, es decir, ejercicios, pero que la demora si me angustia, como cuando te extraen una muela cariada sin anestesia. Anestesia, no Anastasia.

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