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domingo, 22 de mayo de 2011

Tercera entrega de Superman, con más cosas

En 1983 regresó a la gran pantalla Superman, esta vez, con la numeración 3. La tercera entrega, dirigida, otra vez, por Richard Lester. El argumento es bastante sencillo, y con trazas de comedia, que el director explota muy bien, al empezar la película, cuando unos muñecos empiezan un caos, que resuelve Superman. Por ejemplo, cuando uno de los transeúntes de la calle, se cae en una alcantarilla, o se forma un lío de grandes dimensiones en Metrópolis, que resuelve el Hombre de Acero.
Pero la auténtica historia es la de un parado que entra contratado en una empresa de Informática, y se dedica a prevaricar a la empresa, cobrando unos 60.000 dólares que cantan. El dueño se da cuenta del robo, y le da dos opciones: o trabaja para él, o lo denuncia. Y una de sus intenciones es perjudicar la atmósfera, para que se sucedan catástrofes meteorológicas, para aumentar el valor de las acciones de su empresa, y más aún ambiciona destruir a Superman. Ni que decir tiene que, como sucedáneo de Lex Luthor, el personaje del empresario es bastante flojo. Con una hermana envidiosa que acaba transformada en una suerte de androide humano, cuando el parado idea una supermáquina, en el desierto, para matar a Superman.
Y hay una segunda historia: la de la kryptonita modificada que transforma la moral de Superman de recta, en un borrachín que se dedica a hacer las cosas al revés. Como siempre Christopher Reeve está perfecto en su papel, y la película se deja ver. Aparece Lana Lang, interpretada por Annette O´Toole, que será la madre de Superman en la serie Smallville, y se resuelven más momentos del pasado de Clark, y su relación con los antiguos compañeros del Instituto.
En fin, que es una película, una secuela, para no perdérsela. Richard Lester dirige en su estilo, pero ya no dirigiría más del Hombre de Acero, porque quería, el director inglés, dedicarse a otros temas cinematográficos, con proyectos que no corrieron la misma suerte en taquilla.
En mi descargo he de decir que, en 1983, disfruté de la película, pues nos volvió a llevar mi tía Tere. Como siempre acertando en su elección, y porque se lo pedimos. No corrimos la misma suerte con la cuarta entrega de Superman, pero, en otro momento ya habrá espacio para ello.
De todas maneras, al parecer, el personaje me fascinaba, porque tenía todos los ingredientes del arquetipo: como dios solar, y como héroe o guía intachable, y eso que los norteamericanos tienen más acentuada la mitología, y la absorben de la vetusta y milenaria Europa. De hecho, yo ya empezaba a comprender y a familiarizarme con el kryptoniano.
Por lo menos, la tercera entrega era una novedad, y los efectos especiales habían avanzado un poquito, con la llegada, claro, de Gremlins, Regreso al Futuro, E. T. El Extraterrestre y un sinfín de novedosas películas. Vivir en los 80 era un lujo, desde luego. Nada que ver con estos tiempos, en donde la superficialidad y la corrupción se ha hecho con todo.

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