Tengo que empezar a leerme los periódicos pero soy de la misma opinión que Stevenson: leer la prensa es la única manera de empezar a escribir mal. A Stevenson lo tengo mucho en cuenta. Además de ser autor de La Isla del Tesoro o El Weir de Herminston (por cierto, que me lo leí hace dos años, y disfruté de esta incompleta novela, que Dickens o algún contemporáneo trató de finalizar, con muy poco éxito), también es un maestro en el arte de la escritura. Aconsejo su ensayo El arte de escribir. Es un tesoro. Lo he leído en inglés, y lo tengo en castellano, gracias al contrabando gratuito de Megaupload, y otras páginas. Pero regresemos a la idea primera de esta entrada.
Decía que tengo que empezar, de nuevo, a leer la prensa. La tengo un poco abandonada a la pobrecilla. Cierto que tenemos la digital en la Red, pero las ocasiones para consultar los ejemplares (te cobran un euro si lo quieres en PDF) se ha vuelto un poco abusivo. Si quieres hacerte suscriptor, no te suscribes al periódico, sino a un portal que lleva más de una publicación del mismo Grupo. Esto me recuerda a las Corporaciones de Blade Runner o de Neuromante. La información se vende, pero es un mercado. De hecho, cada suscriptor es un valor en sí, es el material de esta prensa digital, que, con más oportunidades, supera a la de papel, la clásica de siempre.
La calidad se ha visto superada por autores con firma, que escriben en casi toda la prensa. No hay ninguno fijo, y ninguno se escapa. Por otra parte, una columna diaria está más que bien pagada (400 euracos del ala, y empieza a contar…); pero, si es honesta, que lo dudo, su interés es informar, pero lo comercial es muy latente.
Por otra parte, hay periodistas que se creen semidioses, en su labor de brillar. Los que son nombres, por así decirlo, y el Jefe Supremo, envolviéndolos bajo sus alas, les permiten gozar de ventajas que el común de los mortales, como nosotros, los hombres y mujeres de la calle, no disponemos. No separemos la realidad de la leyenda. Pero confirmo, por un amigo, que muchos se endiosan, y no saludan ni a Dios, sea cristiano o pagano.
El único defecto de la prensa es narrar las noticias que ya dan las radios, televisiones y la Red. Como han de presentarlo como novedoso, obligan a trabajar horas extras a los corresponsales o escritores freelance (muy norteamericano, sí señor), para ganar puntuaciones extras, o llevarse a los lectores de calle. No digo que hagan mal. Con un titular el lector ya se entera de la información (y si no quiere o desea leer, que no lo haga); y lo más contraproducente es que te informen, de la misma noticia una veintena de veces diarias, que no te conciencian los medios, más bien, te subyugan, tiranizan, castigan, aburren, molestan, son muy cansinos.
Lo de las Torres Gemelas tuvo su aquél; pero bombardearon durante dos o tres meses, que daban la sensación de lavar el cerebro al personal, y quedó como un bombo. Ante esto, les recuerdo lo que dijo Don Quijote: Llaneza, muchacho que toda afectación es mala.
Una cosa es que nos quieran informar, y otra, que nos debiliten a base de noticias repetidas. La prensa es el almanaque de la información. Pero, al leerla, hay que ir con pies de plomo. Ya lo avisó Stevenson: jamás publicó nada en prensa, y cuando se lo ofrecieron, le dio una patada en el trasero a un editor de un periódico de gran tirada, en los EE. UU.; como buen escocés, dijo que no vendía su sangre al demonio de la prensa moribundo. Pero se equivocaba, claro. Como todos.
Decía que tengo que empezar, de nuevo, a leer la prensa. La tengo un poco abandonada a la pobrecilla. Cierto que tenemos la digital en la Red, pero las ocasiones para consultar los ejemplares (te cobran un euro si lo quieres en PDF) se ha vuelto un poco abusivo. Si quieres hacerte suscriptor, no te suscribes al periódico, sino a un portal que lleva más de una publicación del mismo Grupo. Esto me recuerda a las Corporaciones de Blade Runner o de Neuromante. La información se vende, pero es un mercado. De hecho, cada suscriptor es un valor en sí, es el material de esta prensa digital, que, con más oportunidades, supera a la de papel, la clásica de siempre.
La calidad se ha visto superada por autores con firma, que escriben en casi toda la prensa. No hay ninguno fijo, y ninguno se escapa. Por otra parte, una columna diaria está más que bien pagada (400 euracos del ala, y empieza a contar…); pero, si es honesta, que lo dudo, su interés es informar, pero lo comercial es muy latente.
Por otra parte, hay periodistas que se creen semidioses, en su labor de brillar. Los que son nombres, por así decirlo, y el Jefe Supremo, envolviéndolos bajo sus alas, les permiten gozar de ventajas que el común de los mortales, como nosotros, los hombres y mujeres de la calle, no disponemos. No separemos la realidad de la leyenda. Pero confirmo, por un amigo, que muchos se endiosan, y no saludan ni a Dios, sea cristiano o pagano.
El único defecto de la prensa es narrar las noticias que ya dan las radios, televisiones y la Red. Como han de presentarlo como novedoso, obligan a trabajar horas extras a los corresponsales o escritores freelance (muy norteamericano, sí señor), para ganar puntuaciones extras, o llevarse a los lectores de calle. No digo que hagan mal. Con un titular el lector ya se entera de la información (y si no quiere o desea leer, que no lo haga); y lo más contraproducente es que te informen, de la misma noticia una veintena de veces diarias, que no te conciencian los medios, más bien, te subyugan, tiranizan, castigan, aburren, molestan, son muy cansinos.
Lo de las Torres Gemelas tuvo su aquél; pero bombardearon durante dos o tres meses, que daban la sensación de lavar el cerebro al personal, y quedó como un bombo. Ante esto, les recuerdo lo que dijo Don Quijote: Llaneza, muchacho que toda afectación es mala.
Una cosa es que nos quieran informar, y otra, que nos debiliten a base de noticias repetidas. La prensa es el almanaque de la información. Pero, al leerla, hay que ir con pies de plomo. Ya lo avisó Stevenson: jamás publicó nada en prensa, y cuando se lo ofrecieron, le dio una patada en el trasero a un editor de un periódico de gran tirada, en los EE. UU.; como buen escocés, dijo que no vendía su sangre al demonio de la prensa moribundo. Pero se equivocaba, claro. Como todos.
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