Hace unas horas escribí un poco más la novela. Me encontrada inspirado, pero no con esa inspiración de los poetas, sino de aquel viajero que, de pronto, recuerda el camino que ha de seguir, con brújula y mapa. La brújula son las notas preliminares, porque, en este caso, la brújula y el mapa, o como este cuaderno con lomos de cuero.
Después de escribir unas líneas más del capítulo en el que estoy trabajando, me encontré con renovadas energías. Lo mejor de todo que, si esto lo hago público, sé que pocas personas me leerán, o quizás ninguna. Pero ya he dado unos pasos de gigantes: continuar la escritura, seguir de cerca como se manifiesta, y lograr, merced a la lectura, y a la propia escritura, finalizar un proyecto que, cada día (y eso que no escribo la novela diariamente) o el que pueda, con nuevas ilusiones.
Pero contnuo la novela sin perder el ritmo, y he hallado que, por ejemplo, al escribir un capítulo -pues me encuentro en el desarrollo- puede suceder cualquier cosa. Pero, no por ello, dejo de admirar el cuaderno de piel que hay en la imagen, ¿qué secretos ocultará o guardará? Su corte es artístico, muy del tipo medieval, época en el que el papel era escaso, hasta la llegada de la imprenta o la modernización de estos mismos elementos: papel y piel.
He aquí un cuaderno en donde se anota de todo, y que todo, en este caso, merece la pena. A la hora de escribir es igual. Y no importa el material en donde se registre o anote ficción o el intimismo más absoluto.
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