A Anderw Garfield le cayó una responsabilidad para interpretar a Trepamuros de una manera creíble, hasta tal punto, que las comparaciones con Tobey Maguire equivale a mezclar el aceite con el agua, porque la interpretación de Garfield, nada tiene que ver con la de Maguire. Es un Spiderman paralelo, y la excusa para introducir al Lagarto, el enemigo jurado de Spiderman, y uno más en la lista de nuestro arácnido preferido.
Estuve viendo la versión original. La narración es lenta la mayoría de las veces, y se necesita más de un acto, en el guión, sólo para mostrar como Peter Parker pasa de ser un nerd a un héroe con toda la talla. En la película no me ha gustado ver la sobreactuación del personaje (idea de los guionistas, que han metido la pata de lleno); ni Spiderman debería disculparse, ni actúar como un mono de feria. Además, Garfield parece no ser el actor indicado, y esto se nota en toda la cinta.
Pero este apartado trata sobre los géneros, sean literarios, del cómic, o cinematográficos. Y sé que esta crítica no lo es, en tanto que es el recorrido por hechos o lecturas que, si en un principio, parecen prometer, luego resultan un fiasco. Un reboot es un reinterpretación del personaje. No suele ser una secuela, sino el principio de una nueva saga, en este caso, del Lanzarredes (y cómo las lanza en la película) y una renovación del personaje, pero esta vez, con eso de dividir en actos las distintas fases de su transformación en Spiderman, la película pierde mucho.
Columbia Pictures ha perdido el norte. Con Tobey Maguire, Spidey familiarizó a todos los espectadores; pero esta nueva visión, es un héroe más oscuro, menos ilimitado, y quizás, demasiado perseguido por la venganza por la muerte de su tío Ben (Martin Sheen, el gallego); pero Hollywood se ha arriesgado muchas veces, y su cartelera ha pasado. Esperemos que la siguiente película sea un poco menos lenta, y más profunda en la acción, y en las palabras.
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