Llegó el día, y nos hemos despertado con la celebración de un rito ancestral. No tanto, porque comentando en casa de unos familiares que Benedicto XVII se ha dedicado a echar por tierra todo aquello que, durante años, teníamos como sabido, resulta que no había ni mula, ni vaca, y que los Tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, resulta que eran andaluces. Ya lo que faltaba. Menudo viaje para llegar a Asia Meridional en camello. Después de la predicción del nacimiento de Jesús, resulta que la Estrella que señala el camino, no era tal estrella, sino un cometa, y ya Ratzinger, en otra obra, escribirá que no había, ni cometa, ni estrella, ni ná de ná, por decirlo en plata.
Puesto que nuestras creencias, que han sido modeladas por una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado, se han puesto en solfa, ya podemos adelantar que a Mahoma no se le apareció el Arcángel Miguel para inspirar su mayor obra religiosa, tan malinterpretada como nuestra Biblia. A lo mejor resulta que no hubo ángel, y se trata de la imaginación febril de una especie de autor del Necronomicon, absurdo dónde los haya.
Parece que, por lo menos, o por lo demás, la Iglesia ha decidido ser flexible, y lo está consiguiendo. Pone en solfa lo que era oficial, y da la sensación de que, en un futuro, hasta prohíban las Navidades y algunas fiestas de guardar. Pero mientras esto ocurre, quiero saludar y felicitar la Fiestas a todo el mundo (amigos y enemigos), y a todas las personas que pueblan la Tierra, y parte del Universo. Que no desesperen, todo se arreglará, y si no es así, paz en la Tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad, de voluntad reguleras y de mala voluntad. De momento, que dejen de sembrar cadáveres, que ya hay bastantes en el Planeta.
En fin, ¡Ya es Navidad!, y el mundo espero que siga dando vueltas, hasta que ya no sea posible, o ideemos las naves de Star Trek. ¡Felices Fiestas!
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