El ordenador compuso las coordenadas matemáticas necesarias para el agujero de gusano. Los científicos confiaban en que dicho agujero, muy semejante al agujero negro convencional, funcionara como un portal espaciotemporal.
Transcurrieron meses antes de completar por entero el experimento, y buscaron al primer crononauta para el éxito del programa. El ordenador podía abrir dicho portal, a partir de una serie de operaciones matemáticas muy complejas. No sólo manejaba números primos, sino que tenía que traducir el cuerpo del crononauta y de la nave, de forma esférica, para poderlos trasladar de una punta a otra del portal.
El crononauta era un piloto de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. Mujeriego, con una botella de whisky en la mano, y en la otra, una cantidad exagerada de preservativos. Tenía novia, pero no le importaba demasiado.
El crononauta pasó una noche loca el día anterior. Aún no se había librado de su jaqueca, y necesitaba dormir la mona etílica más de lo habitual. El crononauta llegó algo tarde, poco después de una ducha fría y un café cargado, de muy mala calidad, que le provocó malestar en el cuerpo. Sentía que no podía vivir en sí, y moría porque no moría. Pocos minutos antes de presentarse en la nave, tuvo que evacuar los excesos de la noche en el retrete, hasta que se sintió vivo, y contento de regresar a sus obligaciones.
Cuando se presentó, el Presidente de los Estados Unidos seguía las operaciones que llevarían a esta gran nación a figurar como la pionera de los viajes espaciotemporales en las páginas de la Historia. Bueno, se trataba de un discurso muchas veces ensayado, y el asunto se podría torcer. El Presidente de los Estados Unidos cruzó los dedos, detrás de la cámara, y el crononauta, tras ponerse el traje, examinar la nave, entrar y encender el panel inalámbrico (único en fabricación) se tiró un pedo y eructó. También podían salir las cosas mal.
Por fin, el ordenador calculó la distancia necesaria para el viaje por el portal. El portal se abrió con un túnel oscuro, con la circunferencia dimensional brillante. La esfera se elevó. Giró millones de veces, y el túnel lo enguyó a una velocidad pasmosa como una aspiradora de enorme potencia.
La esfera había desaparecido. En la pantalla se podía observar como la esfera llegaba a la otra punta y, finalmente, desaparecía. Transcurrieron unos segundos de incertidumbre. El Presidente de los Estados Unidos empezó a sudar. Había perdido a un patriota.
Poco después se dibujó la esfera en la otra punta de la imagen de vectores, y regresó a la posición inicial. La esfera salió del portal. La escarcha ocultaba todo el armazón metálico. Luego, la puerta se abrió por su cuenta.
Un papel salió volando de la cabina. "Estoy en el Paraíso", estaba escrito. El crononauta no sabía hasta qué punto. El Presidente de los Estados Unidos decidió planear un funeral para evitar rumores sobre su desaparición. No sabía hasta qué punto se equivocaba. El crononauta fue homenajeado como un héroe y un patriota.
Su novia no sabía hasta qué punto se había equivocado. Sin embargo, el experimento fue un éxito. Y ése punto lo conocían muy bien los físicos e ingenieros del proyecto.